viernes, 2 de julio de 2010

Desastre


     


        Nunca como hoy extrañé a mi tierra cuasi natal. Un día antes del huracán, en México sentimos un temblor fuerte de 6.5º. En ese momento deseé estar en Monterrey, donde de temblores no sabemos nada, ya que no es zona sísmica. Me sentí insegura y ajena a la Cd. de México. Nunca me acostumbraré a sus desastres naturales. Hoy que veo las imágenes de cómo quedó Nuevo León, lo único que desearía es estar allá para ayudar aunque sea un poquito. Ya tendré oportunidad.

Mientras tanto reflexiono acerca de la grandeza de la naturaleza, los desastres naturales, además de todo lo malo que pueden ser, son un recordatorio inteligible de lo efímero que llega a ser la materia. Todos estamos expuestos al desastre, no hay cantidad de dinero que te brinde seguridad al 100%. La tecnología que ha definido nuestro tiempo, no ha podido crear sistemas confiables de prevención, no hay forma de determinar con exactitud la trayectoria de un huracán, o qué tan intenso será el próximo terremoto, o por lo menos cuándo será. Por muy poderoso que se sienta el hombre, la naturaleza siempre nos tiene a sus pies.

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