jueves, 6 de octubre de 2011

Acción.


Con la inserción de Cristo en la historia de la humanidad, donde Dios ha adquirido un rostro histórico, concreto, aquí y ahora, palpable. Dios se presenta a nosotros como persona, incluso con un nombre, para poder ser llamado. Ante este hecho, el hombre se descubre inmerso en un diálogo interpersonal.

La religión católica se vuelve un diálogo entre dos personas: una divina y la humana. Dios muestra su papel en la historia del hombre como Salvador en la persona de Cristo. La Historia nos muestra un vínculo destacable: el hombre, creado por Dios a su imagen y semejanza, conoce a Dios como ser personal; así mismo, en la medida en que descubre ese llamado, ese diálogo con su Creador, el hombre se descubre, él mismo, como persona. Este diálogo-llamado, implica de cierta forma relación. Pues el diálogo guarda una finalidad intrínseca; la búsqueda profunda de comunicar una palabra, un logos.

Aunque este logos podría comunicarse en primer lugar como cierto monólogo reflexivo, no adquiere relevancia hasta darse entre en un Yo y un tú… Santo Tomás afirma, apoyado en san Agustín, que existe una imagen y semejanza de la Trinidad divina en el hombre, reflejadas en sus facultades más elevadas. La misma palabra religión, etimológicamente significa volver a unir, en este caso al hombre con su Creador.

Cristo es el paradigma perfecto de persona, ya que al encarnarse, se vuelve asequible a los demás. Cristo es una persona que podemos situar en un aquí y ahora concretos, no sólo un mero Primer Motor, desconectado de los asuntos particulares, porque se vuelve existencia concreta, material en cierta forma. El tema del tiempo, en la historia humana muestra al hombre, a la persona humana como una realidad inacabada, un proyecto en términos heideggerianos. El hombre es un siendo, mediante la acción que le es propia. Un análisis completo de la acción personal, nos permite encontrar ciertas características como la irreductibilidad de la persona a meros aspectos materiales o espirituales, vistos de manera dualista, como si fueran contrarios. Sin embargo la persona no es propiamente su acción, tiene una substancia, una esencia. El acto más puro y vinculante de la persona es sin duda el amor, porque nos muestra siempre en relación interpersonal con los demás.

Sobre la felicidad

¿Por qué el hombre desea tanto la felicidad?

Es una tendencia natural que no requiere de mucha demostración, lo más interesante es que no siempre somos felices pero cuando llegamos a experimentar aquel sentimiento profundo sabemos que lo queremos siempre. La añoramos cuando no la tenemos, sufrimos cuando se ha ido y sonreímos cuando ha llegado. Ayer fui feliz un instante, pero ese sólo instante me ha servido para ser feliz durante toda la semana, me pregunto si ese pequeño instante será suficiente para combatir la inercia de la tristeza y el cansancio de la vida. La felicidad terrenal es la promesa en acto a nivel humano e imperfecto, de una felicidad eterna.