lunes, 21 de octubre de 2013

Aventuras Literarias.


    Grande fue mi sorpresa, cuando aquel libro viejo, empolvado, retornaría con una nueva máscara, nueva luz en mi carrera filosófica. Tras varias visitas a una librería de viejo, ubicada en Miguel Ángel de Quevedo, orgullosa y fuerte ante librerías advenedizas; la imagen de un libro de pasta blanda, color de nieve llamaba siempre mi atención. Por fortuna el libro se encontraba prácticamente escondido en la parte más alta e inaccesible del estante. Mi estatura ayudó a encontrar semejante tesoro y mantenerlo lejos de algún coleccionista snob, esperando mi futuro regreso, con el dinero suficiente para adquirirlo. El destino estaba sellado. Ese libro era mío.

¡Pobre libro! Pasarían casi tres años para reencontrarnos. El "tesoro" me esperaría con fidelidad inquebrantable. No le quedaba de otra. La mayoría de las personas difícilmente alcanzaban el metro con setenta centímetros. Por otra parte, si alguien alto y gallardo lograra vislumbrarlo, desistiría en su intento al contemplar triste portada. Considero mi suerte, ya que nadie lo compró en el transcurso de los años.

¿De qué tesoro se trataba? Era ni más ni menos que la primera edición bilingüe (texto griego y español) de la Ética Nicomaquea, editada por la U.N.A.M., traducción y prólogo de Antonio Gómez Robledo. Año 1954 rezaba la primera página. Esta obra es parte de la vigente colección BIBLIOTHECA SCRIPTORUM GRAECORUM ET ROMANORUM MEXICANA. 

Mi profesor de Ética nos había solicitado traer un ejemplar con numeración canónica de la Ética Nicomaquea para estudiarla en clase bajo su guía. Busqué el libro, pero la U.N.A.M. había dejado de editar esta obra de Aristóteles. Existía una edición española; pero con el triple del precio. Finalmente recordé aquella visita. El libro me costó doscientos pesos, el doble de lo que costaría si aún fuera editado. Sin duda valió la pena.

Ese día llevé el libro a empastar. Me sentí orgulloso de poseer un libro único. Creo que el libro perteneció a una estudiante.