viernes, 12 de agosto de 2016

Buscar la corona que no se marchita, o cómo disfrutar un pastel.



          La vida parece una cuesta interminable. A mayor ascenso, proporcional desgaste. Vivir es una exigencia. Demanda un esfuerzo, no sólo físico. Muchos quieren comerse el pastel sin hornearlo. Algunos atrevidos, ni siquiera saben cocinar...


Pero, ¿Cuál pastel tendrá mejor sabor? ¿El hecho con nuestro esfuerzo o simplemente el llevado a la mesa, listo para ser degustado? De la respuesta dada, podrá apreciarse el carácter de cada persona. En los pequeños detalles, puede vislumbrarse la personalidad de alguien.


Lo preparado con mano propia, tal vez no sea lo mejor; pero sin duda será una delicia al paladar de su autor. Quien tuvo en suerte recibir un pastel elaborado por un excelente cocinero; lo probará sin más. Fue un pastel de mejor calidad que el primero. Dentro de la experiencia de quien lo recibió, sólo fue uno más entre tantos, habidos y por haber...


Quien tuvo poco, valorará mucho lo alcanzado. Inversamente, quien tuvo mucho, tendrá en poco todo lo recibido.


Tampoco se trata de cocinar lo más rápido posible. Es todo un proceso. Importa mucho el aprovechar cada una de las partes de la elaboración. Son peldaños a subir. El anterior servirá para alcanzar el siguiente. Saltarse algunos peldaños, equivaldría a privarnos de experiencia. Muchos chefs empezaron lavando platos...


En fin para ser dueño del mundo, sólo basta llegar al precio. Para alcanzar la excelencia, es necesario ascender.


Y me refiero al ámbito espiritual. Esforzarse por lo que sí merece la pena. El éxito aquí, es relativo.