viernes, 16 de diciembre de 2011

Navidad Franciscana

Capítulo CLI.

La devoción a la navidad del Señor y cómo quería que se atendiera a todos en esa fiesta.
199.  Con preferencia a las demás solemnidades, celebraba con inefable alegría la del nacimiento del niño Jesús; la llamaba fiesta de las fiestas, en la que Dios, hecho niño pequeñuelo, se crió a los pechos de madre humana. Representaba en su mente imágenes del niño, que besaba con avidez; y la compasión hacia el niño, que había penetrado en su corazón, le hacía incluso balbucir palabras de ternura al modo de los niños. Y era este nombre para él como miel y panal en la boca.

Una vez que se hablaba en colación de la prohibición de comer carne en navidad, por caer esta fiesta en viernes, le rebatió al hermano Morico: “Hermano, pecas al llamar día de Venus al día en que nos ha nacido el Niño. Quiero- añadió- que en ese día hasta las paredes coman carne; y ya que no pueden, que a lo menos sean untadas por fuera”.

200. Quería que en ese día los ricos den de comer en abundancia a los pobres y hambrientos y que los bueyes y los asnos tengan más pienso y hierba de lo acostumbrado. “Si llegare a hablar con el emperador- dijo-, le rogaré que dicte una disposición general por la que todos los pudientes estén obligados a arrojar trigo y grano por los caminos, para que en tan gran solemnidad las avecillas, sobre todo las hermanas alondras, tengan en abundancia”. No recordaba sin lágrimas la penuria que rodeó aquel día a la Virgen pobrecilla. Así, sucedió una vez que, al sentarse a comer, un hermano recuerda la pobreza de la bienaventurada Virgen y hace consideraciones sobre la falta de todo lo necesario en Cristo, su Hijo. Se levanta al momento de la mesa, no cesan los sollozos doloridos, y, bañado en lágrimas, termina de comer el pan sentado sobre la desnuda tierra. De ahí que afirmase que esta virtud es virtud regia, pues ha brillado con tales resplandores en el Rey y en la Reina. Y que a los hermanos- reunidos en capítulo- que le pedían su parecer acerca de la virtud que le hace a uno más amigo de Cristo respondiese- como confiando un secreto del corazón-: “Sabed, hijos, que la pobreza es camino especial de salvación, de frutos muy variados, bien conocidos por pocos”.
Tomás de Celano, Vida Segunda, BAC, Madrid, 2000.