viernes, 10 de enero de 2020

Recapitulación



    He estado bastante alejado por estos rumbos virtuales. Cada año me propongo escribir más entradas en este blog y caigo en la cuenta de haber fallado; o por lo menos no escribir tanto como quisiera. Tengo una aplicación en mi teléfono inteligente, cuyo nombre es Pocket. Es una herramienta que te permite guardar todo tipo de artículos y noticias encontradas en la red. En uno de los artículos consultados, encontré un consejo: "Si quieres escribir más y mejorar con cada intento, es recomendable hacerlo en un blog". Obviamente estoy parafraseando archivos de mi memoria. Por cierto lo que leo en dicha app, lo comparto en mi cuenta de Twitter, si tienen interés en leer estos artículos.

La época del año más esperada y celebrada por un servidor es sin duda alguna la Navidad. Adorno la casa con cualquier cosa impregnada de su aroma. Soy católico y la celebración más importante es la del Nacimiento del Niño-Dios. Soy fan de Santa Claus. No obstante sé que él es imagen de San Nicolás. De hecho la pronunciación del nombre del santo derivó en el actual (les invitó a pronunciar San Nicolás lo más rápido que puedan y entenderán).

La Navidad como cualquier otra fiesta puede perder sentido; como ocurre con la vida del hombre. Si despojamos la celebración de su significado real, el resultado esperado es un vacío. ¿Por qué el señor Claus regala juguetes el día 25 de diciembre? ¿Por qué adornamos un pino? ¿Porque podemos y queremos?

Me sorprende la cantidad de tiendas con temas navideños en pleno octubre. Desplazaron el Día de Muertos a septiembre... La finalidad de los comercios es vender. Sin embargo debemos buscar el sentido oculto en todo. La Natividad dio el brazo a torcer y se convirtió en Navidad, y ésta en Fiestas. No vayamos a ofender a quienes no creen o no celebran esto. Por unos cuantos, el sentido profundo de esta época se ha desvirtuado. Es comprensible: Si un Dios hecho niño nos viene a predicar la humildad y pobreza, ciertamente ese niño se vuelve un obstáculo para las ventas...

En fin, no quiero excluir a nadie de esta celebración. Alguien no creyente puede honrar más la Navidad, haciendo algo por los demás, que un ferviente creyente llenando su estomago de pavo y viceversa. Me desvié demasiado. 

Otro de mis propósitos de año nuevo fue, como siempre, leer más libros que el año anterior. Advierto: No se trata de leer por leer. Es más importante nutrirte de tus lecturas. Vale más leer un sólo libro en tu vida, pero bien leído y meditado, que leer cien libros olvidados. Es tendencia en redes sociales. Pero calidad vence a cantidad, aunque no están peleadas. No diré cuántos libros leí en el año. Llevo un registro de mis lecturas desde hace dos años. Habrá quien juzgue que he leído mucho y a muchos les podría parecer poco. He tratado año con año, de hacer tiempo para leer. Es mi vida, mi segunda naturaleza.

Mi abuela lleva cuatro años en el Cielo. Confieso que su partida no opaca la Navidad, al contrario, asocio su recuerdo con esta celebración. Mi "abue" y Navidad son inseparables. Poner el árbol con el Nacimiento fueron costumbres inculcadas por ella. Hay un tufo de tristeza, porque se le extraña. Sin embargo fueron incontables las alegrías heredadas por tan gran mujer. 

Ahora los nietos junto con los bisnietos iluminan estas fiestas. Los niños son la alegría del hogar. 

Quiero retomar la escritura en este medio. Por eso les comparto mis pensamientos.

Feliz Año Nuevo.

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