viernes, 10 de febrero de 2017

Libros en acción.



           Llevo tres semanas llegando al trabajo con un libro en mano. Ahí no termina la cosa. En ratos en los que mi labor no es demandada al máximo, dedico a leer la novela en turno. En este caso es La silla del águila de Carlos Fuentes.


He destinado esos breves instantes a la lectura; en vez de perder mi tiempo mirando la inmortalidad del Facebook o Instagram, o bien, con una partida de algún juego móvil. Los beneficios son mayores. Ejerzo libertad del pensamiento. Dejo mi mente vagar por donde le plazca. No está constreñida al aquí y ahora de las redes sociales. El mundo virtual es un mar de opiniones. Todos tienen algo que decir y nada por hacer al respecto.


Sin quererlo, hice publicidad a mi lectura. Sólo dejé el libro sobre el escritorio, a la vista de todos. ¡Cómo llovieron los curiosos! Uno en particular llamó mi atención: Analizó el libro de pe a pa. Leyó la contraportada, abanicó sus hojas, contempló la ilustración... Parecía que el libro como tal, lo invitaba a leer. El poder de la literatura es atrayente. Como si una voz le dijera: léeme. Me atrevo a decir que presencié un reencuentro de varios años. ¿Cuándo habrá sido la última vez que tomó un libro en sus manos para nutrirse de sus páginas?


Espero no sea la última vez que lo haga.


La mejor forma de empezar el cambio, en todo aspecto, es leyendo. Abrir y elevar la mente a nuevas formas de pensamiento. Busquen un tema de su interés y lean. La lectura es un placer, no conviertan en tormento lo que no es.

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