miércoles, 28 de septiembre de 2016

Mirada de Niño

 


     Pronto estaré cerca del cuarto piso. Estoy en el medio. Cinco escalones para ser exactos. Mitad del camino recorrido. Recuerdo un cumpleaños con mucha alegría. Fue el día en que mi mamá me regaló una tortuga ninja. No podía creerlo, ni me lo esperaba. Por más que le pedí eso de regalo. El asombro estaba a la puerta. Tenía ocho años. Ese muñequito humanoide, mutante, tortugo, verde,  me dio felicidad. El mejor regalo que pudo darme mi madre. ¿Qué más podía querer?

Ahora sé y comprendo todo el esfuerzo realizado por mi mami con tal de darme esa inmensa alegría a través de un pequeño juguete. Todavía conservo a Miguel Ángel. Era mi tortuga ninja adolescente mutante favorita.

Los años han pasado y sólo han cambiado los juguetes: teléfono inteligente, coche último modelo, etc., etc. Bueno, muchos juguetes han quedado en deseos. No siempre se puede. Ser clasemediero consiste en elegir entre una opción u otra; pero no ambas a la vez. Caprichos de niño. ¡Si tan sólo pudieramos permanecer con la sencillez de antaño!

Los adultos tendemos a complicarnos la vida. En realidad seguimos siendo niños gigantes; pero en el fondo niños. En la escuela nos quejábamos del niño acosador; ahora nos quejamos del "godinez" acusador. La maestra nos dejaba tarea para el fin de semana. El jefe también debe continuar con la tradición de llevarnos más trabajo a casa... ¿Ven las similitudes?

Hemos cambiado de juguetes y labores. Crecimos en estatura y ya. El niño mira hacia arriba; el adulto, hacia el frente, si bien le va.

Existe una gran diferencia entre estas dos clases de niños. El niño chico todo lo ve simple (¿en su justa medida?). Hasta los niños maltratados, de la calle, añoran con un tiempo para jugar solamente. Benditos.

La mirada del niño es sencilla, no se crea problemas sin razón. Se abandona, con la seguridad de que sus padres lo protegerán. Sólo confía. El niño grande no se abandona, multiplica el estrés con o sin razón.

De cierta forma, perseguimos esos viejos tiempos, donde todo era jugar, comer y querer. Por ellos trabajamos como burros. El fin es encontrar nuevamente, tiempo suficiente para estar con nuestros nuevos "juguetes". ¡Cómo nos encanta atragantarnos con necesidades imaginarias! Y cuando llegamos a satisfacerlas, una nueva aparece en el umbral, invocada por un apetito insaciable. Nos alimentamos con manjares inadecuados, perecederos...

Una de las habilidades más queridas de un niño es el imaginar sin medida. Ése era el juguete invaluable. ¡Cuántas horas divertidas pasé con mis hermanos! El sofá se convertía en nave espacial, o en un automóvil si se requería. Una caja de cartón era multiusos: Cochera, casa, cuartel general... El día que aprendimos a montar en bici, nos abrió un mundo de posibilidades, pura novedad. También los videojuegos eran maravillosos; no obstante salir a jugar al aire libre superaba los brincos de Mario bros.

Tampoco podíamos dormir, sin antes haber rezado. ¿Es mi percepción, o los tiempos han cambiado demasiado? A mayor conexión, mayor ensimismamiento. Perdemos relación con nuestro entorno, en pro de uno virtual. No estoy exento de ambos. Vivo en medio de dos mundos, incluso tres. También está el ámbito espiritual.

Los grandes, recuerden su niñez; y los pequeños no la pierdan. No se la roben.










No hay comentarios: