jueves, 27 de agosto de 2015

Yo, vegetariano.



El 5 de junio, tomé una decisión radical en mi vida: No comer carne. El motivo es simple. Los animales sufren cruelmente, por la ambición del hombre. ¿La causa de esta nueva dieta? Sí, fui a un restaurante. Pedí mi acostumbrada hamburguesa. Estaba asquerosa. Era como morder una bola de grasa; término tres cuartos, por supuesto. Mis dientes toparon con alguna dureza. Era un hueso dentro de lo que denominaban carne. Nausea (y no de la que provoca la existencia). Di un trago a mi cerveza para no volver el estómago. Lo único decente fue la bebida.

Al sacar la masa ósea de mi boca, me imaginé comiendo un cadáver ensangrentado. ¿Guacala verdad? Esa tarde sería la última de mi dieta carnívora. Debo confesar que la idea de alimentarme de vegetales era poco alentadora. Los argumentos en contra de comer animales, eran más fuertes que los positivos. Confieso y agradezco a mi hermana el valor para comenzar mi conversión ecológica, en palabras del Papa Francisco.

Hace poco terminé de leer su carta encíclica Laudato si. No podía ser incongruente con mis pensamientos, mi religión y mis acciones. Mi conversión va un poco más lejos de lo expresado por el Papa. No estoy en contra de quienes comen carne. Simplemente no estoy de acuerdo con el sufrimiento animal innecesario. Coman carne; pero traten bien a los animales, evitándoles todo el sufrimiento posible.

El Papa en el número 69 del mencionado documento, cita a los obispos de Alemania: en las demás criaturas "se podría hablar de la prioridad del ser sobre el ser útiles". Los demás seres guardan un valor especial. No están hechos para satisfacer los caprichos del hombre.

Tampoco Su Santidad hace referencia explícita a las corridas de toros, peleas de perros, de gallos; pero sus palabras son tajantes, apoyadas en el Magisterio y citando el Catecismo de la Iglesia Católica afirma: "Todo ensañamiento con cualquier criatura es contrario a la dignidad humana" (No. 92).

Los católicos no podemos ser indiferentes ante esto. Quienes participan en tales "espectáculos" no están en consonancia con la Iglesia. Ya siento caer los insultos y provocaciones. Pero ni modo. Tenemos que abrir nuestra mente. Si estas prácticas violentas denigran al hombre, mejor será cambiar de chip en nuestra mente y ceder al peso de los argumentos. Los animales sufren innecesariamente en semejantes "espectáculos". Nunca entenderé a quienes encuentran esto entretenido, incluso divertido.

Sinceramente: ¿qué diferencia hay con esta mentalidad violenta con la ejecutada en los campos de concentración, o en el circo romano? Cambian de víctima, nada más.

Del mismo modo, escapa a mi comprensión quienes ponen su preferencia en los animales, por encima de los seres humanos. Esto también es contradictorio. Muchos bebés abortados, tantas familias en la miseria y muriendo de hambre ante la indiferencia de los demás...

No les digo más. Lean y juzguen por ustedes mismos. Estoy abierto a argumentar con quien esté dispuesto. Sólo doy testimonio de mi caso. Desde hace tres meses  siento menos pesadez, que cuando comía carne.

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