sábado, 10 de diciembre de 2011

Navidad en las Posadas.

¿Quién que ha nacido cristiano y que ha oído renovar cada año, en su infancia, la poética leyenda del nacimiento de Jesús, no siente en semejante noche avivarse los más tiernos recuerdos de los primeros días de la vida?
Ignacio Manuel Altamirano, Navidad en las Montañas.

La Navidad es pretexto para un interminable desfile de tradiciones, con diversos matices. No faltan los políticos que proclamen un Estado laico en educación y legislación; en todo, excepto la Navidad. Cobran jugosos aguinaldos, viajan a lugares desconocidos para los simples mortales, en fin cuando de celebrar se trata, es válido hasta caer en contradicción. Ofrecen el pan del materialismo y del progreso (Cfr., Jesús de Nazareth de Benedicto XVI). Un verdadero circo es la política.

La Navidad se ha converido en un producto más de consumo. San Nicolás, obispo de la Iglesia católica, repartía regalos a los niños pobres de su comunidad, no sólo juguetes; también lo necesario para socorrerlos en sus necesidades. San Nicolás (el de nuestra iconografía) viste de verde y como obispo, eso sí, con una larga barba blanca, sin la panza característica de los bebedores de refrescos. La mirada de los niños se ha fijado en los regalos que recibirán; con los ojos vendados a todo gesto de caridad en la figura paradigmática de este santo.

Si preguntáramos a cualquier persona qué celebramos el 25 de diciembre; estoy tristemente seguro que dirían cualquier disparate relacionado con los regalos y el consumo. Porque es el reflejo de una humanidad en busca del sin sentido.

Las noticias nos abruman con violencia, corrupción y mentiras. El país adolece de Buenas Nuevas. Estamos en la tercera semana de Adviento, la semana de la alegría. La alegría de la llegada jamás podrá desplazarse, si está cimentada en los corazones. Debemos fincar nuestra alegría en lo permanente; la materialidad se devora a sí misma. Hay más razones para estar alegres. En la tempestad también será recibida una sonrisa.

El mundo guarda una esperanza, misteriosa y obscura, si se mira desde el interior. Si miramos desde fuera, veremos que el sentido de este mundo no está dentro. ¿Para qué? Si todo lo que vemos sometido está, caprichos del tiempo, un fluir esclavo de sí.

Esta celebración de cumpleaños (¡dos mil once primaveras y contando!) ha sido pretexto para comer y beber hasta la estupida embriaguez, cuando la catarsis estomacal aparezca. No tendrá nada poético ver personas con vientres mayores que un sileno en apogeo; alimentando el cuerpo en sobre abundancia, mientras el espiritu permanecerá desnutrido, privado de suculentos manjares. No sólo de pan vive el hombre...

Época de reflexión es el privilegio brindado para encontrarnos. ¿Por qué Ser y no bien, la Nada? ¿Puede el todo radicar en algo tan insignificante como lo es el hombre? Tales cuestiones pueden tener las más variadas y complejas respuestas. Sin embargo, hasta no experimentar en "carne propia" no gozaremos del misterio.





1 comentario:

Manuel Ramos dijo...

Ya pueden poner sus comentarios. Disculpen las molestias.